Hay días en los que todo parece seguir igual por fuera, pero algo dentro se siente distinto. No siempre se trata de estar mal, a veces solo es difícil entender qué está pasando con uno mismo.

Explorar Lo Que Sentimos También Es Una Forma De Cuidarnos

Muchas personas pasan por momentos en los que se sienten desconectadas de lo que antes les gustaba. Tal vez siguen haciendo las mismas cosas, y desde afuera todo parece estar bien, pero por dentro hay una especie de ruido bajo constante, como si algo no encajara del todo. No es que todo esté mal, pero tampoco está realmente bien.

Algunas veces puede sentirse como cansancio, pero no solo físico. Un cansancio que no se va durmiendo más. Para algunos, son pensamientos que dan vueltas sin parar. Para otros, es como una nube gris que no se va, aunque el día esté soleado. Hay quienes dejan de disfrutar lo que antes les hacía felices, o se aíslan un poco más de lo habitual, sin darse mucha cuenta. Y todo eso puede parecer “normal” — porque la vida a veces cansa, porque todos tenemos días así — pero si se queda por mucho tiempo, empieza a pesar distinto.

Es curioso cómo podemos llegar a acostumbrarnos a no estar bien del todo. Aprendemos a funcionar en automático, a poner una sonrisa porque toca, a decir “todo bien” aunque algo dentro diga otra cosa. A veces ni siquiera tenemos palabras para explicarlo. Solo sabemos que no nos sentimos como antes, o que hay una sensación persistente de vacío, de desconexión, de estar lejos incluso de uno mismo.

No es raro sentirse así. Más personas de las que imaginamos atraviesan experiencias similares. Lo que cambia es cómo cada quien lo lleva por dentro. Algunas personas se vuelven más irritables, otras se sienten indiferentes ante todo. Para unas es tristeza, para otras es una sensación de no estar realmente aquí. Y muchas ni siquiera lo comentan por miedo a parecer exageradas, débiles, o simplemente porque no saben por dónde empezar.

Hablar de esto no siempre es fácil, ni con los demás ni con uno mismo. Pero reconocer que algo cambió en cómo nos sentimos ya es un paso importante. A veces se trata simplemente de darse el espacio para observarse con un poco de curiosidad y sin juicio. De notar lo que está ahí, sin apurarse a etiquetarlo ni buscar una solución inmediata. Porque el bienestar no siempre se trata de sentirse feliz, sino de poder conectar honestamente con lo que nos pasa.

Puede ser incómodo mirar hacia adentro, pero también puede ser un acto de cuidado. Como abrir una pequeña ventana para dejar entrar un poco de aire. No hace falta tener todas las respuestas, ni entenderlo todo. A veces, solo hace falta detenerse un momento y darse permiso para sentir. Para preguntarse, sin culpa: ¿Cómo estoy realmente?

Y si hay algo en ti que ha estado pidiendo atención en silencio, tal vez este espacio pueda ayudarte a escucharlo un poco mejor.

A veces, lo más difícil no es lo que sentimos, sino no saber si eso que sentimos "vale" o "es suficiente" como para prestarle atención. Hay personas que minimizan lo que les pasa porque no ha sucedido “nada grave”. No hubo una gran pérdida, ni una ruptura, ni un evento que lo explique. Pero igual algo se siente diferente. Como si estuvieran desconectadas de su propia vida, como si algo dentro se hubiese apagado un poco.

Puede que sigas yendo al trabajo, hablando con la gente, respondiendo mensajes, pero todo eso se vuelve mecánico. Sin chispa. Sin ganas. Y aunque no se note desde afuera, por dentro puede estar pasando una tormenta silenciosa. A veces, ni siquiera una tormenta. A veces es solo una niebla que cubre todo, lentamente, sin hacer ruido. Una sensación de vacío que no se puede explicar con palabras, pero que ahí está.

También están esos momentos donde el cuerpo empieza a hablar por uno. Un cansancio que no se va. Dolores que no parecen tener causa. Dificultad para concentrarse. Ganas de dormir todo el día… o no poder dormir en absoluto. Cambios en el apetito, en la energía, en la forma de ver las cosas. Nada es exactamente como antes, pero cuesta identificar qué cambió.

Muchas personas sienten culpa por sentirse así. Se comparan con otros: “hay gente que está peor”, “no debería quejarme”, “tengo trabajo, salud, familia, ¿por qué me siento así?”. Y esa culpa solo suma más peso al malestar. Pero la realidad es que todos los procesos internos son válidos, incluso si no tienen una causa visible. Incluso si nadie más los ve.

Algunas personas aprenden desde pequeñas a no expresar lo que sienten. A mantenerse fuertes, a no llorar, a “no ser una carga”. Y con el tiempo, eso se vuelve una forma de vida. Pero reprimir no es lo mismo que sanar. Ignorar no es lo mismo que superar. A veces el cuerpo y la mente solo están pidiendo un espacio seguro para decir: “Esto es lo que estoy sintiendo. No sé qué significa, pero necesito escucharlo”.

Lo que sentimos merece atención, incluso si no podemos explicarlo del todo. Incluso si no tiene nombre, si viene y va, si no sabemos desde cuándo está ahí. La incomodidad también habla. Y mirar hacia adentro, aunque dé miedo, también puede ser una forma de recuperar algo de nosotros mismos que hemos ido dejando atrás.

Algunas personas se sorprenden al darse cuenta de cuánto tiempo llevan sintiéndose así. Porque cuando algo ocurre poco a poco, es fácil normalizarlo. Pero hay una diferencia entre adaptarse y estar bien. No todo lo que aguantamos es lo que merecemos. Y a veces, basta un momento de pausa para empezar a ver las cosas con otros ojos.

La autoexploración no es egoísmo. No es exagerar. No es quejarse de más. Es una forma de cuidado. De escuchar esa parte de ti que quizá fue ignorada por mucho tiempo. De hacerle espacio a tus emociones, sin juzgarlas. De reconocer que tu experiencia, como sea que se vea, tiene valor.

No todas las respuestas están afuera. A veces están en el silencio, en las pequeñas cosas que evitamos mirar. En los pensamientos que volvemos a empujar para abajo. En las emociones que se disfrazan de cansancio o apatía. Y aunque no hay una única forma de entendernos, sí hay formas más amables de acompañarnos en ese proceso.

Estar en contacto con lo que sentimos no significa tener todo resuelto. Significa empezar a ser honestos con nosotros mismos. Permitirnos sentir, aunque no entendamos del todo. Reconocer que no estamos solos, que esto que parece tan nuestro también lo han vivido otros, incluso si no lo dicen.

Y tal vez este momento, este pequeño alto en el camino, sea una oportunidad para mirar adentro con un poco más de compasión.

By